ORDENACIÓN DEL SECTOR DEL PORTILLO. SARAGOSSA

La desaparición de la estación ferroviaria del Portillo deja un gran vacío urbano en el centro de Zaragoza. Este espacio viene definido por tejidos compactos potentes, que, en distintas etapas del crecimiento de la ciudad, se han resuelto como piezas poco permeables, precisamente por su condición de borde ante la barrera del tren.

El vacío que queda después del traslado ferroviario es un espacio condicionado por los límites tan marcados de los barrios de Parque de Roma y de El Gancho, formados por las partes traseras de edificios de gran altura, que limitan la posibilidad de obtener visuales lejanas a unos pocos ejes muy localizados. La aprehensión de este espacio en realidad se produce desde distancias más cortas y sobre todo desde el interior del vacío. El potencial formal más importante del espacio de la estación es la playa de vías paralelas, que se extiende en el sentido de la circulación del corredor ferroviario, y que traza una falla abierta, límite de diferentes morfologías del tejido urbano.

En este proceso de transformación, dos decisiones son el punto de partida indiscutible de cualquier propuesta: el soterramiento de las vías del tren, manteniendo el corredor ferroviario en su posición actual, y la transformación del carácter del trazado del enlace de la A-68 con el sistema de distribución del tráfico de Zaragoza. Estas dos decisiones estructurantes se complementan, en la propuesta que se presenta, con la construcción de una nueva avenida sobre la estructura del túnel del tren. La nueva avenida sigue estrictamente el trazado del tren en planta y reconecta, como vía de tráfico pacificada, la avenida de la Exposición con la avenida Goya. Su trazado define la rasante unitaria, capaz de proporcionar la máxima coherencia a los distintos niveles en los que se producen algunas de las operaciones inmobiliarias que configuran el entorno, lo que evita la segregación de superficies de suelo de gestión independiente.

La regeneración de un vacío urbano representa, para una ciudad con un alto potencial de desarrollo, la oportunidad de rehacer un área importante; rehacer conectividades incompletas y producir un nuevo polo de actividad en una posición privilegiada. En este sentido, se pretende tratar este espacio como un ámbito de nueva centralidad basado en el reconocimiento del vacío como un valor a tratar y destacar en la búsqueda de nuevas imágenes urbanas. El tratamiento de este vacío determinará su proporción, que vendrá reconocida precisamente por las piezas que establezcan la escala justa, en referencia al espacio libre que se quiera producir, pero también en referencia a una comprensión global, casi geográfica, de la ciudad en su conjunto.

En la opción de insertar algunas piezas edificadas en el vacío y en la capacidad de reconfigurar sus bordes, cerrados e impermeables, es donde la nueva arquitectura tendrá que encontrar un discurso propio en el juego de volúmenes bajo la luz, en la integración de escalas e infraestructuras y en el tratamiento del espacio libre, más que en la singularidad de los programas —sin definición en este convocatoria—, o en el virtuosismo formal de la respuesta construida.

El tratamiento del vacío, de forma esencialmente triangular, se aborda desde el establecimiento de formas decididamente urbanas, que acogen programas verosímiles, en la línea de centralizar en este sector actividades de servicio y terciarias, capaces de singularizarlo en relación con otros polos de actividad de Zaragoza.

En cualquier caso, se plantea que el sector de actividades —210.000 m² de techo destinado a actividades culturales, productivas y de ocio— sea compatible con una cierta carga residencial que contribuya a la complejidad en el uso del espacio, esencial en la condición urbana que se persigue.