El barrio de la Barceloneta fue diseñado por ingenieros militares en el siglo XVIII para ordenar el asentamiento autoconstruido sobre la playa después de la destrucción de una parte importante del antiguo barrio de La Ribera para construir una ciudadela militar. Se proyectó siguiendo los principios de la Ilustración: trazado unitario de barrio y definición de una vivienda tipo de planta baja y piso con doble orientación. Las casas originales, de 8,40 x 8,40 metros, se fragmentaron sucesivamente y dieron lugar primero a la casa de medio —de una planta—, y más adelante a la casa de cuarto, de 8,40 x 4,20 metros. En ambos casos, se necesitaba destinar una parte de la superficie disponible a implantar una mínima escalera común de acceso, que conformó la base necesaria para un posterior y heterogéneo proceso de densificación en altura. En el año 2000, en la Barceloneta había cerca de 5000 casas de cuarto muy degradadas, con una ocupación envejecida de 7450 personas.
El objetivo del plan director era renovar la casa de cuarto y fomentar la rehabilitación de una parte del parque de viviendas existente para conseguir ciertos niveles de funcionalidad y de calidad de vida, y para garantizar, de este modo, la sostenibilidad del barrio. El plan enfatizaba la conservación de la configuración física del conjunto. Se basaba en la necesidad de mantener la morfología urbana existente y el perfil y tamaño compacto de edificios y calles, así como de la preservación de los edificios históricos.
La intervención conllevaba necesariamente convertir parte del techo edificado consolidado en superficie de accesos y espacios comunes de los edificios, y, por lo tanto, disminuir el número actual de unidades habitacionales. La gestión y el desarrollo del plan debían garantizar la sustitución de estas viviendas y la rotación y el alojamiento provisional de la población afectada durante la ejecución de las obras.
El plan director proponía definir una zona de conservación de la estructura urbana y de renovación de la vivienda, que se desarrollaría por medio de la delimitación de precintos formados por varias parcelas de cuarto —ejecutadas por los sistemas de gestión que prevé la legislación vigente— y concretados a través de planes de actuación que determinarían las condiciones de sustitución de la vivienda provisional o definitiva de los residentes. Estos precintos se resolverían mediante proyectos arquitectónicos unitarios, regulados por una ordenanza específica de rehabilitación de la edificación.
La consolidación del volumen también conllevaba la resolución y el tratamiento con calidad de fachada de las paredes medianeras actuales y la incorporación en el programa de viviendas, en la medida de lo posible, de los terrados consolidados en alturas intermedias.
No se quería forzar la reproducción mimética de la casa tradicional porque se confiaba la preservación de la imagen urbana al fuerte carácter del trazado y de la estructura parcelaria. Se pretendía facilitar la aplicación de nuevas tecnologías y sistemas constructivos, mientras se propugnaba la conservación estricta de los edificios y los elementos considerados valiosos.
El plan director pretendía establecer los mecanismos de planeamiento y de gestión urbanística necesarios para rehabilitar el sector en el que se concentran más casas de cuarto, y mejorar, al mismo tiempo, las condiciones de accesibilidad y salubridad, con el objetivo de devolverlas en buenas condiciones a sus usuarios.
Para que esta intervención tuviera éxito se precisaba un planteamiento valiente, una gran inversión pública y la complicidad del vecindario del barrio. La operación fracasó, ya que solo se avanzó en la primera de las condiciones.